Prácticas para mejorar la Convivencia Escolar.


La convivencia es un elemento fundamental en el proceso de aprendizaje. En primer lugar, porque aprender a relacionarnos en entorno social, cultural y afectivo en el que vivimos y en segundo lugar, porque aprender a convivir es fundamental para el desarrollo individual y social de cada persona.

Teniendo en cuenta esto, ¿Cómo se educa para la convivencia? En primer lugar, los expertos coinciden que la mejora de la convivencia escolar empieza por la responsabilidad compartida de todos los miembros de la comunidad educativa, implicados directa o indirectamente en la educación: familia, profesorado, instituciones, agentes sociales, etc.

La educación para la convivencia requiere un planteamiento continuo que tenga en cuenta las múltiples variables. Un proyecto que abarque todos los aspectos de la convivencia exige fomentar la información, la participación, la comunicación y la colaboración.

Actualmente se están desarrollando proyectos como el Programa Kiva, una iniciativa anti-acoso desarrollada en la Universidad de Turku, Finlandia, y que además de la trayectoria en su país, también se aplica en algunos centros estatales. Por su parte, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a través del Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa, está elaborando el Plan Estratégico de Convivencia Escolar. Se trata de un proyecto en fase de desarrollo, para el que se ha constituido una mesa de expertos que trabajan para definir los ejes de la prevención del acoso y la violencia escolar

Queda mucho por hacer, pero existen buenas prácticas para trabajar en el aula. A partir de los artículos recibidos, recopilamos algunas medidas que contribuyen a mejorar la convivencia en las aulas y reducir el acoso escolar:
 

  • Prevención. La educación para la convivencia debe iniciarse desde las primeras etapas (infantil y primaria). Si se fomenta la construcción diaria de la responsabilidad, mediante la implicación, la complicidad y la confianza del alumnado, se consigue una pauta imprescindible para la educación en la convivencia. 
 
  • Detección e implicación de la comunidad. Para Tiina Mäkelä, Coordinadora del Programa Kiva en España y América Latina, primero hace falta concienciación. Toda la comunidad escolar (dirección, equipo docente, personal no docente, padres y alumnos…)  tiene que saber identificar el acoso escolar. Por su parte, Mº Jesús Comellas, Doctora en psicología y profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona, afirma que el profesorado debe implicarse como equipo docente educativo, no sólo desde la tutoría, para incidir en el clima relacional del grupo, implicando siempre al grupo de iguales y no actuando sólo con las personas consideradas individualmente precisamente por el carácter dinámico de las relaciones. 
 
  • Participación activa del alumnado. El alumnado es la clave en el proceso de la mejora de la convivencia. Su implicación es fundamental y se debe trabajar para que se sientan protagonistas del proceso. Mª Jesús Comellas propone que no puede afrontarse este tema sin la participación activa del alumnado, como protagonistas de las relaciones que se dan en el grupo y como agentes que deben favorecer el clima del grupo en el que se encuentran al margen del espacio en el que se dé esta dinámica, sea el aula, el patio, la calle o cualquier lugar donde no haya un control y vigilancia adulta.
 
  • Desarrollar la inteligencia emocional. La Universidad de Córdoba (UCO) y la Universidad de Sevilla (USE) publicaron un estudio en 2015 que demuestra que disponer de competencias de inteligencia emocional protege al alumnado frente al acoso escolar. La educación emocional mejora las posibilidades de tener una respuesta adecuada ante situaciones de violencia. Los investigadores observaron que las tres vertientes de la inteligencia emocional (reconocimiento, regulación y respuesta de los sentimientos) influían en la respuesta que daban las víctimas ante un acoso.

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